15 Y sucedió que mientras los ángeles estaban ministrando a los discípulos, he aquí, Jesús llegó y se puso en medio de ellos y les ministró.
16 Y aconteció que habló a la multitud, y mandó que se arrodillaran otra vez en el suelo, y que sus discípulos se arrodillasen también.
17 Y sucedió que cuando todos se hubieron puesto de rodillas en el suelo, mandó a sus discípulos que orasen.
18 Y he aquí, empezaron a orar; y oraron a Jesús, llamándolo su Señor y su Dios.
19 Y sucedió que Jesús se apartó de entre ellos, y se alejó de ellos un poco y se inclinó a tierra, y dijo:
20 Padre, gracias te doy porque has dado el Espíritu Santo a estos que he escogido; y es por su creencia en mí que los he escogido de entre el mundo.
21 Padre, te ruego que des el Espíritu Santo a todos los que crean en sus palabras.
22 Padre, les has dado el Espíritu Santo porque creen en mí; y ves que creen en mí, porque los oyes, y oran a mí; y oran a mí porque estoy con ellos.
23 Y ahora, Padre, te ruego por ellos, y también por todos aquellos que han de creer en sus palabras, para que crean en mí, para que yo sea en ellos como tú, Padre, eres en mí, para que seamos uno.
24 Y aconteció que cuando Jesús hubo orado así al Padre, volvió a sus discípulos, y he aquí, continuaban orando a él sin cesar; y no multiplicaban muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar, y estaban llenos de anhelo.
25 Y ocurrió que Jesús los bendijo mientras le dirigían sus oraciones; y la sonrisa de su faz fue sobre ellos, y los iluminó la luz de su semblante; y he aquí, estaban tan blancos como el semblante y como los vestidos de Jesús; y he aquí, su blancura excedía a toda blancura, sí, no podía haber sobre la tierra cosa tan blanca como su blancura.
26 Y Jesús les dijo: Seguid orando; y ellos no cesaban de orar.
27 Y otra vez se apartó de ellos y se alejó un poco y se inclinó a tierra; y oró de nuevo al Padre, diciendo:
28 Padre, te doy las gracias por haber purificado a los que he escogido, por causa de su fe, y ruego por ellos, y también por los que han de creer en sus palabras, para que sean purificados en mí, mediante la fe en sus palabras, así como ellos son purificados en mí.
29 Padre, no te ruego por el mundo, sino por los que me has dado del mundo, a causa de su fe, para que sean purificados en mí, para que yo sea en ellos como tú, Padre, eres en mí, para que seamos uno, para que yo sea glorificado en ellos.
30 Y cuando Jesús hubo hablado estas palabras, vino otra vez a sus discípulos, y he aquí, oraban a él constantemente, sin cesar; y de nuevo él les sonrió; y he aquí, estaban blancos, aun como Jesús.
31 Y aconteció que otra vez se alejó un poco y oró al Padre;
32 y la lengua no puede expresar las palabras que oró, ni pueden ser escritas por hombre alguno las palabras que oró.
33 Y la multitud oyó y da testimonio; y se abrieron sus corazones, y comprendieron en sus corazones las palabras que él oró.
34 No obstante, tan grandes y maravillosas fueron las palabras que oró, que no pueden ser escritas, ni tampoco puede el hombre expresarlas.
35 Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido de orar, volvió a sus discípulos, y les dijo: Jamás he visto fe tan grande entre todos los judíos; por tanto, no pude mostrarles tan grandes milagros, por motivo de su incredulidad.
36 En verdad os digo que no hay ninguno de ellos que haya visto cosas tan grandes como las que habéis visto vosotros, ni que haya oído tan grandes cosas como las que vosotros habéis oído.
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