1 Y aconteció que cuando Jesús hubo hablado estas palabras, se volvió de nuevo hacia la multitud y abrió otra vez su boca, diciendo: De cierto, de cierto os digo: No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os volverá a medir.
3 Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, mas no te fijas en la viga que está en tu propio ojo?
4 O, ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí, hay una viga en tu propio ojo?
5 ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo que es santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos; no sea que las huellen con sus pies y se vuelvan y os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 O, ¿qué hombre hay de vosotros, que si su hijo pide pan, le dará una piedra,
10 o si pide un pescado, le dará una serpiente?
11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?
12 Así que, cuantas cosas queráis que los hombres os hagan a vosotros, así haced vosotros con ellos, porque esto es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino, que conduce a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan.
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
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