1 Y aconteció que cuando Jesús hubo concluido estas palabras, miró alrededor a la multitud, y les dijo: He aquí, habéis oído las cosas que enseñé antes que ascendiera a mi Padre; por tanto, a cualquiera que se acuerde de estas palabras mías, y las haga, lo exaltaré en el postrer día.
2 Y sucedió que cuando Jesús hubo dicho estas palabras, percibió que había algunos entre ellos que se maravillaban, y se preguntaban qué deseaba él concerniente a la ley de Moisés; porque no entendían la palabra de que las cosas viejas habían pasado, y que todas las cosas se habían vuelto nuevas.
3 Y les dijo: No os maravilléis de que os dije que las cosas antiguas habían pasado, y que todas las cosas se habían vuelto nuevas.
4 He aquí, os digo que se ha cumplido la ley que fue dada a Moisés.
5 He aquí, soy yo quien di la ley, y soy el que hice convenio con mi pueblo Israel; por tanto, la ley se cumple en mí, porque he venido para cumplir la ley; por tanto, tiene fin.
6 He aquí, yo no abrogo a los profetas; porque cuantos no se han cumplido en mí, en verdad os digo que todos se cumplirán.
7 Y porque os dije que las cosas antiguas han pasado, no abrogo lo que se ha hablado concerniente a las cosas que están por venir.
8 Porque he aquí, el convenio que hice con mi pueblo no se ha cumplido enteramente; mas la ley que se dio a Moisés tiene su fin en mí.
9 He aquí, yo soy la ley y la luz. Mirad hacia mí, y perseverad hasta el fin, y viviréis; porque al que persevere hasta el fin, le daré vida eterna.
10 He aquí, os he dado los mandamientos; guardad, pues, mis mandamientos. Y esto es la ley y los profetas, porque ellos en verdad testificaron de mí.
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